Hoy estuve dando una vuelta por mi barrio, entre Cotomar y Lo Cea. Siempre me moví por allí; daba la casualidad que era el espacio entre la casa de mi madre y la de mi abuela. Desde pequeños nos interesó la cultura urbana que inspiraba a nuestros hermanos y figuras de referencia en la niñez y rezamos sin descanso por un Skate Park en el Rincón, donde pudiéramos divertirnos y aprender tal misterioso deporte de riesgo.
Alguien escucharía nuestras plegarías, (o eso quisimos pensar de adolescentes) pues en el verano del 2006 con la aparición de la Huerta Julián, se daba por satisfecho nuestro deseo. ¡Cuánto disfrutamos aquel verano en aquel espléndido, pero ruidoso Skate Park! El deporte de ese verano estimuló mi cuerpo y pegué el estirón… ¡Bendito skate!