Cuando en 2015 Ciudadanos se presentaba a las elecciones municipales y dos meses antes a las autonómicas andaluzas con el lema “El Cambio” daba a entender que había saltado desde su cuna catalana a las diversas geografías españolas con el propósito de que no podía seguir todo igual y que los ciudadanos, los verdaderos vecinos, nos merecíamos algo mejor que lo que había hasta ahora. Se postulaba como el partido de la regeneración, el que iba a combatir la corrupción en todas sus formas, el de la renovación de cargos públicos que se habían perpetuado en las instituciones permanentemente pasando a denominarse vulgarmente como “casta”, el de la transparencia (que indicaban que iba en su ADN) y el de la participación pues permitía acceder y actuar con el mismo nivel de implicación en las decisiones del sistema de manera independiente sin necesidad de formar parte de la organización del partido político.