La corrupción, por lo menos, es cosa de dos

Cuando salta un caso o, incluso, las sospechas de un caso de corrupción tendemos a poner el foco en l@s representantes polític@s. Lo hacemos, no sólo pensando que son quienes más se benefician sino, además, quienes inducen a esa corrupción. No siempre es así. La mayoría de las veces, la corrupción suele ser cosa de dos… por lo menos.
Este no será ni un post extenso ni con demasiados rodeos y, para ilustrar la entradilla, bastará con relatar la conversación que hace unos días tuve con el empresario implicado en el asunto de la contratación de un destacado miembro de Nuevas Generaciones del PP como refuerzo de producción en la Feria de Rincón.
Al ser preguntado si la contratación de esta persona había sido sugerida o, incluso, puesta encima de la mesa como condicionante para firmar el contrato, él lo negó tajantemente. No me sorprendió que lo negara; lo que sí me sorprendió fue la naturalidad con la que admitió que, «es más, muchas veces soy yo quien pregunta si conocen a alguien para el puesto».
Cuando hablamos de contratación pública, hay que ser exquisitos, es imprescindible mantener una distancia que, incluso, en ocasiones puede ser injusta, pero que juega un papel básico para que no exista ninguna sombra de duda sobre la gestión limpia. Este empresario, que es un habitual proveedor del Ayuntamiento -gobierne quien gobierne-, dio a entender que es una práctica habitual preguntar al concejal de turno si tiene a alguien en mente que pudiera realizar la labor para la que se contrata a su empresa.
Llámenme estricto o riguroso pero, si yo fuera representante político, la mera pregunta por parte de un proveedor en ese sentido bastaría para no volver a contar con él. Es intolerable que un empresario o empresaria solicite candidatos a la Administración que lo contrata (contrato menor y, por lo tanto, a dedo y sin publicidad) para realizar un determinado servicio. Eso también es corrupción porque abre la puerta a que se establezca una dinámica -como, de hecho, entiendo que existe- del tipo «tira de este empresario que tiene manga ancha para colocar gente».
Así las cosas, la coartada está servida, porque el Ayuntamiento no es responsable directo de esas personas, sino la empresa contratada. Estoy seguro que a much@s lector@s les resulta más que familiar este argumento para eludir responsabilidad en la contratación de personas muy afines a algún responsable político.
Afortunadamente, esta ‘solicitud de candidatos’ no siempre funciona. De hecho, este empresario admitió inocentemente que él mismo le había preguntado por candidatos a la anterior concejala de Juventud, Alina Caravaca (IU), para la realización de un servicio contratado. No sólo no obtuvo ninguna sugerencia de candidato sino que, además, se llevó un rapapolvo por siquiera preguntar.
Ojalá cunda el ejemplo de Caravaca porque al no hacerlo, al encontrarnos los periodistas tantos problemas y negativas por parte de quienes nos gobiernan para poder obtener información básica que debería estar en la web municipal, se genera desconfianza en la ciudadanía. La opacidad nunca es buena, más aún cuando ésta se da en un Consistorio cuya imagen pública refleja un historial negro en materia de contratación.