Salado, sus palmeras y sus palmeros

La tala y extracción de todos los árboles de la Avenida de Málaga en La Cala del Moral no sólo ha evidenciado la nula sensibilidad medio ambiental del actual equipo de Gobierno PP-Cs-PMP, sino que también el nivel democrático esclerótico de quienes lo componen. El modo en que ha menospreciado a la ciudadanía, criminalizándola, ha obviado las más de 7.600 firmas recogidas hasta el momento, las más de 15 asociaciones del municipio apoyando la reinvidicación del movimiento vecinal #LaCalaNoSeTala o las manifestaciones de representantes del mundo de la cultura que otrora el alcalde Francisco Salado (PP) ha utilizado como embajadores de Rincón de la Victoria (Adelfa Calvo, Álvaro Carrero, Salva Reina…) sitúa al tripartito en lo alto de la pirámide autoritaria de un modo de gobernar más propio de otro tiempo.

La cobardía de que ha hecho gala Salado en este asunto tan sólo es equiparable a su pobre nivel democrático. Tan amigo de defender el Ayuntamiento como «la Administración más cercana» a la hora de pedir dinero al Gobierno central, ha puesto tierra -y Policía Local y Guardia Civil– de por medio para evitar cualquier contacto con la ciudadanía.

De manera inexplicable, Salado está decidido a plantar un centenar de palmeras en La Cala. Nadie, ni siquiera el técnico municipal, encuentra explicación a esta aberración, toda vez que para ello se han eliminado árboles sanos, que no daban problemas y que conferían identidad a este núcleo, como era el caso de las moreras de las que recibe su nombre La Cala del Moral. Esta opacidad, alteración del proyecto original y masacre medio ambiental hacen temer lo peor, disparando las teorías sobre sus motivos ocultos… y ninguna de ellas le deja en buen lugar.

Salado quiere palmeras y tiene palmeros, que no sólo aplauden sus actuaciones mezquinas, sino que contribuyen decisivamente a ejecutarlas. Al grupo municipal popular que diseñó a medida, más obediente que competente, se suman unos socios de gobierno, como José Mª Gómez Muñoz (PMP) y Elena Aguilar (Cs) que actúan de un modo servil. El primero enfrentándose a las vecinas y vecinos, exponiendo argumentos que ni siquiera comparte el ingeniero de Montes municipal y técnico e EMVIRIA. La segunda, optando por la estrategia de la avestruz al más puro estilo Salado, ya bautizado, entre otras cosas, como «Bolsalado».

Escaño 22

Hoy, a partir de las 9:30 horas tendrá lugar el Pleno ordinario y ahí, al fin, los vecinos y vecinas tendrán voz, la que el equipo de Gobierno le ha negado hasta el momento, la que sorprendentemente ha estado más ausente que presente en la radio municipal (Radio Victoria).

Sin embargo, incluso aquí es posible percibir la baja calidad democrática de Salado, su altanería, su soberbia y, por qué no decirlo, su pretensión de tratar de cubrir sus carencias privando a terceros de brillar. A pesar de que un vecino y una vecina presentaron sus solicitudes por separado y que el nuevo reglamento orgánico aprobado bajo el mandato de Salado indica que las intervenciones ciudadanas «tendrán una duración máxima de cinco minutos», es decir, de 10 minutos sumando ambas, únicamente podrán disfrutar de dos minutos y medio cada una de ellas.

De nuevo, esa actitud cobarde y acomplejada del regidor popular que ya evidenció en la redacción de este reglamento orgánico, porque si bien el anterior reglamento de participación ciudadana, aprobado en la época en que gobernaba PSOE, IU y Ahora Rincón (Podemos) dejaba a criterio del alcalde o alcaldesa la posibilidad del derecho a réplica, en el nuevo reglamento orgánico se elimina directamente esta posibilidad.

«Sin que pueda haber réplica, ni generar ningún tipo de debate», estipula el reglamento. ¿Alguien puede concebir que en la que pasa por ser la Casa del Pueblo se hurte a éste la posibilidad de debate? Sí, lo conciben Salado y sus palmeros, que como ha sucedido en la masacre medio ambiental de La Cala, impone los valores propios de su calaña, con total impunidad. Él gobierna La Cala sin Moral, pero la otra, la que tiene moral continúa haciéndole frente con todo el peso de la democracia, aunque él haga trampas.